I
LA VELADA
A mí me gustan mucho las historias de animales. Y los cuentos
de hadas, príncipes y enanitos.
Cuando en las noches largas y lentas
del invierno leemos, a solas con papá, le digo:
-¿Por qué no nos cuentas cosas de
lobos?
El calla, como si no lo oyera, y
sigue leyendo, porque quiere que nosotros leamos también.
Con disimulo hago señas a mi
hermanita para que insista en la petición.
Es muy lista y me entiende bien.
-Papá, ¿hay lobos en España?-
pregunta.
-¡Sí hijita, sí!
-¿Y comen a la gente?
-¡No seas bobita, déjame...!
Papá no tiene ganas de conversación,
pero nosotros estamos dispuestos a hacerle hablar aunque no quiera.
-Pues una niña dijo en la escuela que
los lobos son malos.
-Sí que son malos -interrumpo yo-,
pero no devoran a los niños.
-A los niños buenos, no –dice papá.
-Una vez nos dijiste que habían
destrozado un rebaño.
-Y fue verdad.
-¡Pues dinos dónde fue!
-En Andalucía. ¿Tú sabes dónde está
esa región?
-¡No lo he de saber! Eso lo saben
todos los niños de mi Escuela.
-Y Sierra Morena, ¿dónde está?
-Entre Andalucía y Ciudad Real.
-¡Pues ahí, ahí fue! –Dijo papá-.
Pero no creáis que sólo en ese sitio hay lobos en España. Los hay en otras
muchas regiones; ahora que allí es el punto, quizá, donde existen en más
abundancia.
-Y ¿por qué no nos llevas? Los
queremos ver.
-Si sois aplicados y os portáis bien,
esta primavera, cuando lleguen las vacaciones de Semana Santa, tengo pensado
que hagáis una excursión y acaso los veáis.
***
¡Por fin hemos hecho hablar a papá!
Y aunque poco, lo más agradable y
maravilloso que podíamos esperar.
¡Ahí es nada, ir a la región de los
lobos y de los bandidos! Yo he oído hablar de los bandidos de Sierra Morena.
Los niños tenemos un espíritu
aventurero por demás y nos gusta hacer viajes y correrías.
Y cuando tienen asomo de ser
emocionantes, mucho más…
-¿Qué piensas? -interroga papá,
dándome con el codo.
-Estoy pensando en la lección
–replico.
-Estudia, estudia, que si no… no
irás.
-Ya verás cómo estudio mucho para que
estés contento de mí.
-Os llevaré a ver a Ramón y, si
estáis a gusto, os quedaréis unos días con él.
-¿Quién es Ramón? –pregunta mi
hermanita.
-Ramón es un amigo mío –dice papá-,
leñador y cazador. Tiene una casita en el bosque y vive siempre allí. Sólo baja
a los pueblos cuando lleva leña o astiles de herramientas y pieles o caza que
vender. Coge lobos y crías, y va de pueblo en pueblo con ellos a las casas de
los ganaderos y a los Ayuntamientos, que le gratifican muy bien.
Alrededor de su casita tiene un
corral con muchos conejos, palomas y gallinas. También tiene cabritas que dan
leche y ovejitas y corderos blancos.
Su mujer y sus hijos viven allí con
él. La madre cuida la casa, prepara la comida, hace el pan, lo cuece en el
horno, da de comer a los pollitos y lava la ropa en un arroyo cercano, por
donde corre el agua pura y limpia que baja de la sierra.
Los hijos, desde pequeñitos, aprenden
a trabajar. Guardan los animales domésticos y cuidan del huerto. Sí. Tienen
también un huerto inmediato a la casa, con muchas flores, árboles frutales y hortalizas.
Además, los niños dan lección por la
noche. Son muy listos y saben muchos cuentos y leyendas. Sus padres les enseñan
a rezar y a leer lo que ellos saben y para ellos lo son todo: sus maestros, sus
amigos y sus camaradas.
Por el día, mientras juegan, dibujan
en las piedras de las montañas y en las arenas de los ríos. Y lo que sus padres
no pueden enseñarles lo aprenden ellos por sí solos en la sabia naturaleza, que
es la mejor maestra de la vida, porque están siempre en contacto con ella.
Así se crían fuertes y sanos de
cuerpo y espíritu.
Por eso quiero llevaros una temporada
a la soledad de los bosques con los hijos de Ramón, el lañador y cazador
furtivo.
***
Lector:
¡Se me olvidaba decirte quiénes
somos!
Yo soy un niño de diez años, que me
llaman <<José>>.
Sí, << José >>. Tengo mi
nombre, el de un santo, pero nadie me nombra por él.
Soy, según dicen, travieso y malo.
Las maldades que hago yo, no sé si lo son: las ejecuto instintivamente, sin
saber…
No puedo reprimir mis impulsos; ¡qué
le voy a hacer, si las fuerzas del universo me hicieron así! Esto es lo que yo
pienso, pero mi Maestro dice que esto es una gran picardía.
¿Qué por qué soy malo? Pues… Allá va.
Porque me gusta saltar, correr, gritar, no estarme quieto un minuto, porque
prefiero los juegos violentos y aborrezco las tareas que se hacen sentado.
No he pensado lo que seré cuando sea
mayor, pero ha de ser una cosa en que me mueva mucho. Adoro los viajes, me
entusiasma el campo, la montaña, los bosques, el mar…
Me gusta perseguir a los perros,
espantar a los gatos, correr tras las gallinas y alguna que otra vez llego
tarde a la escuela, porque me entretengo en jugar al balón, a las chinas, a la
pelota o al marro, que son juegos que domino mejor que ninguno de mis amigos.
¡Ah! También
salto a la pídola más que ningún chico de mi pueblo, y tengo un peón que me le
juego a bailar con el que quiera.
He de confesar que tengo mal genio;
en cuanto creo que alguien quiere atropellarme, me pego con él. No consiento
que nadie abuse de mí. El otro día <<Caradecofre>> y yo reñimos,
porque quería llevarse más bolas de <<gua>> que las que me ganó… El
salió perdiendo. Comprendo, sí, que no soy bueno.
El Frente de Juventudes me
entusiasma; esos desfiles marciales y guerreros acaparan toda mi atención. Soy
jefe de escuadra y en todas las competencias deportivas siempre sobresalimos,
por nuestro esfuerzo y afán de superación.
Tengo una hermanita de ocho años, muy
guapa y lista; pero es aún más revoltosilla y sagaz que yo. Tiene el cabello
negro y largo, como un manto de azabache, los ojos como endrinas y la cara
blanca, como de alabastro, ligeramente sonrosada. Juega también con los
muchachos y sabe gatear a los árboles para alcanzar los nidos. Habla con una
vocecilla cantarina, como cuando se da un golpe metálico en un cristal. Por eso
le dicen <<Elena>>.
Tiene también un nombre legal: el de
una virgencta; pero, como nadie se lo llama, yo no te lo quiero revelar.
Esto es todo lo que sé decirte.
Aquí tienes, lector, a << José >>
y <<Elena>>.
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