miércoles, 13 de mayo de 2015

La velada

I
LA VELADA

A mí me gustan mucho las historias de animales. Y los cuentos de hadas, príncipes y enanitos.
Cuando en las noches largas y lentas del invierno leemos, a solas con papá, le digo:
-¿Por qué no nos cuentas cosas de lobos?
El calla, como si no lo oyera, y sigue leyendo, porque quiere que nosotros leamos también.
Con disimulo hago señas a mi hermanita para que insista en la petición.
Es muy lista y me entiende bien.
-Papá, ¿hay lobos en España?- pregunta.
-¡Sí hijita, sí!
-¿Y comen a la gente?
-¡No seas bobita, déjame...!
Papá no tiene ganas de conversación, pero nosotros estamos dispuestos a hacerle hablar aunque no quiera.
-Pues una niña dijo en la escuela que los lobos son malos.
-Sí que son malos -interrumpo yo-, pero no devoran a los niños.
-A los niños buenos, no –dice papá.
-Una vez nos dijiste que habían destrozado un rebaño.
-Y fue verdad.
-¡Pues dinos dónde fue!
-En Andalucía. ¿Tú sabes dónde está esa región?
-¡No lo he de saber! Eso lo saben todos los niños de mi Escuela.
-Y Sierra Morena, ¿dónde está?
-Entre Andalucía y Ciudad Real.
-¡Pues ahí, ahí fue! –Dijo papá-. Pero no creáis que sólo en ese sitio hay lobos en España. Los hay en otras muchas regiones; ahora que allí es el punto, quizá, donde existen en más abundancia.
-Y ¿por qué no nos llevas? Los queremos ver.
-Si sois aplicados y os portáis bien, esta primavera, cuando lleguen las vacaciones de Semana Santa, tengo pensado que hagáis una excursión y acaso los veáis.

***
¡Por fin hemos hecho hablar a papá!
Y aunque poco, lo más agradable y maravilloso que podíamos esperar.
¡Ahí es nada, ir a la región de los lobos y de los bandidos! Yo he oído hablar de los bandidos de Sierra Morena.
Los niños tenemos un espíritu aventurero por demás y nos gusta hacer viajes y correrías.
Y cuando tienen asomo de ser emocionantes, mucho más…
-¿Qué piensas? -interroga papá, dándome con el codo.
-Estoy pensando en la lección –replico.
-Estudia, estudia, que si no… no irás.
-Ya verás cómo estudio mucho para que estés contento de mí.
-Os llevaré a ver a Ramón y, si estáis a gusto, os quedaréis unos días con él.
-¿Quién es Ramón? –pregunta mi hermanita.
-Ramón es un amigo mío –dice papá-, leñador y cazador. Tiene una casita en el bosque y vive siempre allí. Sólo baja a los pueblos cuando lleva leña o astiles de herramientas y pieles o caza que vender. Coge lobos y crías, y va de pueblo en pueblo con ellos a las casas de los ganaderos y a los Ayuntamientos, que le gratifican muy bien.
Alrededor de su casita tiene un corral con muchos conejos, palomas y gallinas. También tiene cabritas que dan leche y ovejitas y corderos blancos.
Su mujer y sus hijos viven allí con él. La madre cuida la casa, prepara la comida, hace el pan, lo cuece en el horno, da de comer a los pollitos y lava la ropa en un arroyo cercano, por donde corre el agua pura y limpia que baja de la sierra.
Los hijos, desde pequeñitos, aprenden a trabajar. Guardan los animales domésticos y cuidan del huerto. Sí. Tienen también un huerto inmediato a la casa, con muchas flores, árboles frutales y hortalizas.
Además, los niños dan lección por la noche. Son muy listos y saben muchos cuentos y leyendas. Sus padres les enseñan a rezar y a leer lo que ellos saben y para ellos lo son todo: sus maestros, sus amigos y sus camaradas.
Por el día, mientras juegan, dibujan en las piedras de las montañas y en las arenas de los ríos. Y lo que sus padres no pueden enseñarles lo aprenden ellos por sí solos en la sabia naturaleza, que es la mejor maestra de la vida, porque están siempre en contacto con ella.
Así se crían fuertes y sanos de cuerpo y espíritu.
Por eso quiero llevaros una temporada a la soledad de los bosques con los hijos de Ramón, el lañador y cazador furtivo.

***
Lector:
¡Se me olvidaba decirte quiénes somos!
Yo soy un niño de diez años, que me llaman <<José>>.
Sí, << José >>. Tengo mi nombre, el de un santo, pero nadie me nombra por él.
Soy, según dicen, travieso y malo. Las maldades que hago yo, no sé si lo son: las ejecuto instintivamente, sin saber…
No puedo reprimir mis impulsos; ¡qué le voy a hacer, si las fuerzas del universo me hicieron así! Esto es lo que yo pienso, pero mi Maestro dice que esto es una gran picardía.
¿Qué por qué soy malo? Pues… Allá va. Porque me gusta saltar, correr, gritar, no estarme quieto un minuto, porque prefiero los juegos violentos y aborrezco las tareas que se hacen sentado.
No he pensado lo que seré cuando sea mayor, pero ha de ser una cosa en que me mueva mucho. Adoro los viajes, me entusiasma el campo, la montaña, los bosques, el mar…
Me gusta perseguir a los perros, espantar a los gatos, correr tras las gallinas y alguna que otra vez llego tarde a la escuela, porque me entretengo en jugar al balón, a las chinas, a la pelota o al marro, que son juegos que domino mejor que ninguno de mis amigos.
¡Ah! También salto a la pídola más que ningún chico de mi pueblo, y tengo un peón que me le juego a bailar con el que quiera.
He de confesar que tengo mal genio; en cuanto creo que alguien quiere atropellarme, me pego con él. No consiento que nadie abuse de mí. El otro día <<Caradecofre>> y yo reñimos, porque quería llevarse más bolas de <<gua>> que las que me ganó… El salió perdiendo. Comprendo, sí, que no soy bueno.
El Frente de Juventudes me entusiasma; esos desfiles marciales y guerreros acaparan toda mi atención. Soy jefe de escuadra y en todas las competencias deportivas siempre sobresalimos, por nuestro esfuerzo y afán de superación.
Tengo una hermanita de ocho años, muy guapa y lista; pero es aún más revoltosilla y sagaz que yo. Tiene el cabello negro y largo, como un manto de azabache, los ojos como endrinas y la cara blanca, como de alabastro, ligeramente sonrosada. Juega también con los muchachos y sabe gatear a los árboles para alcanzar los nidos. Habla con una vocecilla cantarina, como cuando se da un golpe metálico en un cristal. Por eso le dicen <<Elena>>.
Tiene también un nombre legal: el de una virgencta; pero, como nadie se lo llama, yo no te lo quiero revelar.
Esto es todo lo que sé decirte.
Aquí tienes, lector, a << José >> y <<Elena>>.


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